sábado, 22 de agosto de 2015

diario de a bordo

Sábado 22-08-2015
16:41 Horas.

Cada vez que recuerdo aquellos lejanos tiempos, con esas terapias tan fuertes, los tiempos de Claudio Naranjo; siento que todo lo hecho allí es muy importante. Pero es algo que está muy lejos. Se hablaba de iluminación y de curación.

En todo caso de curación y de aportar luz. Términos que pueden verse desde muy distintos puntos de vista. Claudio era, es una persona dificilmente clasificable. Pero es un sanador, entre otras cosas.

En su día todos los terapeutas dignos de confianza, habían pasado por sus manos. Los que de verdad buscaban una formación que reconciliase al ser humano con sus muy distintas facetas. Integrando distantas enseñanzas, más allá de la simple condición de estímulo respuesta.

Esos días de terapia, me dejaron una profunda huella. Pero están muy lejanos. La iluminación también es algo que percibo muy lejana. Y hablar de curación, en mi caso, que paso por una enfermedad mental. Como que parece que propiciar determinados estados deberían bastar para dar luz a mi muy mareado cerebro.

Pero los tiempos de curación y iluminación se fueron con Claudio. Hace mucho tiempo que eso pasó. Y ahora, cuando se me presenta cualquier cosa que tenga que ver con aquellas terapias, algo se dispara.

Eso no es nuevo. A Claudio le otorgué mucho poder. Más del que ya de por sí tenía. Y a otros terapeutas también les he otorgado poder. Por lo menos, dentro de mi concepción de lo que debe ser alguien que se dedique a la curación.

No sé si se trata de que ¡Yo sé tan poquito, y este Maestro sabe tanto! Y han pasado varios terapeutas. Desde Mª Adela Palcos a Graciela Figueroa. Y algún otro. Todos con cierto corte al estilo de Claudio. 

Y cuando me encuentro con temas que me recuerdan aquellos tiempos, aquellos temas, sigo entregando mi poder en manos del sanador. El que sabe, el Maestro. Aquellos que vienen cortados por el patrón de Claudio.

Y entonces me vuelvo pequeño. Y doy mi poder a ese que insinúa tener algo que ver con sanar al estilo de Claudio. El fallo, tal vez no sea de la terapia. Se trata más bien de que yo pego un brinco y suelto todo poder que pueda tener y se lo otorgo al terapeuta.

¡Qué curioso que la sanación debe ser justo lo contrario! La sanación debe pasar por una recuperación del propio poder. Recuperar el propio poder que una vez se le concedió a la enfermedad sobre uno mismo.

El terapeuta en cierto modo puede ostentar una presencia que haga que se confíe en él o en ella. Pero en mi caso, parece que más que reconocer que las cosas son más sencillas de lo que en realidad son, pego un salto y dando un grito y con mucho aspaviento, me pongo muy nervioso y delego mi propio poder en esa otra persona, el terapeuta.

El terapeuta entonces tendrá que no solamente dedicarse a su tarea sanadora, sino también a aclararme que las cosas no son así de complicadas.

La sanación es algo natural. Por lo menos podría asegurarse que tan natural como enfermar. ¿Que derecho tengo a saltar a la mínima mención de alguien que provenga de ese mundo? Parece que para mí la sanación se asemeje a tener que pasar por estados mentales extraños, cuando no debe ser así. Y lo peor es que me exalto mucho.

Ciertamente cuando me encuentro con percepciones que acentúan un modo de ver, como de segunda atención. Paso por darlo como algo muy normal que no hago caso. A después darle suma importancia, cuando más tarde ya no puedo integrar esos estados dentro de una normalidad.

Bueno, me estoy liando. Tal vez, yo creo que determinados estados, vividos desde una atención más profunda, sean vividos por mí de un modo muy ambivalente. Desde el darlo por hecho a, por el contrario, querer que regrese la claridad vivida.

En ninguno de ambos casos creo que esos estados sirvan para sanar. Es algo extraño. Puedo agradecer el pasar por esas diversas pruebas. Son señal de desapego, pero no considero que sean prueba de sanación.

Tal vez me parece que he de realizar algún tipo de trabajo, de análisis, de cavar en mi psique. Antes de poder elevarme. Cuanto más quiere uno elevarse, más tiene uno que cavar. ¿Cuál es el modo de realizar el viaje interior? No puede ser algo que se regale.

Cuando me broté, Claudio Naranjo ya hacía tiempo que me había dado mucho. Entonces tan solo hizo que reclamar que yo hiciera mi parte. Me enfermé. Nadie puede recorrer el camino con los pies de otro.

Nadie puede caminar por mí. Ni trabajar por mí. Lo tengo que hacer yo. ¿Pero qué trabajo está a mi alcance? ¿O qué estoy dispuesto a hacer? Hace mucho que me distancié de terapias que desmontan y montan en un fin de semana.

En cualquier caso, el vivir determinados estados, lo puedo interpretar como, la visión, que igual que si tomase una pócima enteógena, me dijese: Si te esfuerzas o trabajas en ti mismo, puedes llegar a esto. Pero Tienes que trabajar.

La cuestión está en que ese trabajo, dudo en cómo realizarlo. Tal vez el presunto trabajo sea tan solo un certificado que diga, Fernando, que te lo has ganado. Has hecho lo necesario para obtener lo que tienes. Nadie puede caminar con los pies de otro.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te apetece dejar un comentario puedes dejarlo a continuación.
Lo responderé en breve.